Según las primeras pericias, cerró la puerta con llave, la giró, la tomó de la cabeza, le disparó. Después se mató.
Sin embargo despidieron los restos, de los dos juntos. Con foto de pareja a todo color. Y un infaltable cura.
Los mensajes fúnebres no desentonaron. Los despidieron juntos pidiendo que descansen en paz. En todos los avisos ella no tuvo apellido propio sino el de casada, el apellido de su asesino.
«Solo en el marco de la extrema crueldad de este sistema patriarcal puede concebirse que una víctima asesinada sea despedida con una foto en la que abraza a su asesino.Espantosamente perverso», escribió la psicóloga Cristina Lobaiza Estrada. @lobaizaestrada